27 de març 2016

El gasoducto más sangriento de la historia: 250.000 muertos y 11 millones de desplazados sirios

José Luis Utrilla  Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, España. Presidente y Director de Rae Cloud, (Red de Asesores de Empresa). Presidente de “La Otra Cara del Estado del Bienestar”. Miembro de Amnistía Internacional España.

No se ha llegado a construir y ha causado la devastadora guerra de Siria con 250.000 muertos y 11 millones de desplazados. Es el gaseoducto que Qatar, a iniciativa de Estados Unidos, propuso construir en 2009 para suministrar gas a Europa a través de Arabia Saudí, Jordania, Siria y Turquía, con objeto de romper la mayor fuente de ingresos de Rusia junto con el petróleo. El presidente sirio, Bashar al-Asad, rechazó el proyecto porque iba contra los intereses de su aliado Vladimir Putin. Obama se puso al frente de la coalición para derrocar al dictador sirio y dio luz verde para que príncipes saudíes y qataríes inundasen de dinero al Estado Islámico.

Este es el relato de la tubería más sangrienta de la historia

Todo empezó en 2009 cuando el Emirato de Qatar propuso, impulsado por Estados Unidos con objeto de reducir el control de Rusia sobre la energía de Europa, la construcción de un gran gaseoducto de casi 5.000 kilómetros para enviar el gas natural qatarí a Europa a través de Arabia Saudí, Jordania, Siria y Turquía. 

Presidente sirio, Bashar al-Asad

El presidente sirio, Bashar al-Asad, rechazó el proyecto al entender que perjudicaba los intereses gasistas de su aliado ruso, el mayor proveedor de gas natural al viejo continente. Apenas un año después, Al-Asad comenzó a negociar con Irán la construcción de un gaseoducto alternativo que llevaría el gas iraní del campo de South Pars a Europa a través de Irak, Siria y Turquía.

Putin dio su visto bueno al proyecto, ya que tenía un mayor control tanto sobre su aliado sirio como sobre el régimen iraní. En esa época los medios de comunicación especializados publicaron que Damasco y Moscú trabajaban juntos para bloquear el gasoducto qatarí. Los expertos afirman que esa fue la “semilla” de la Tercera Guerra Mundial en la que nos encontramos inmersos.


Derrocar al régimen de Damasco 

Obama entró en escena y vio que la única forma de seguir adelante con el gaseoducto qatarí y de acabar con la principal fuente de financiación de la economía rusa, junto con las exportaciones de petróleo, era derrocar al régimen de Al-Asad. La operación permitía, de paso, neutralizar el gaseoducto iraní.

De ahí que uno de los objetivos de las negociaciones entre Washington y Teherán sobre el programa nuclear iraní, acuerdo que incluía el levantamiento de las sanciones económicas contra Irán, era convencer a los líderes iraníes de que desistieran del proyectado gaseoducto.

Para mantener su control sobre el mercado de la energía en Europa, Putin debe atender a dos frentes: Ucrania, con el Gobierno de Kiev apoyado por Estados Unidos y la OTAN, y Siria con el Estado Islámico o Daesh y una miríada de grupos de oposición luchando para acabar con el régimen de Damasco.

Europa, la guerra en casa

Por su parte, Europa se marcó como prioridad limitar la dependencia de Rusia y veía en el gaseoducto qatarí la solución, confiada en que Estados Unidos resolvería sobre la marcha los problemas que surgieran. Los dirigentes de Bruselas nunca llegaron a pensar que buscar un suministro de gas alternativo nos traería la guerra a casa de la mano del yihadismo.

Para terminar con la dictadura de Bashar al-Asad, a Estados Unidos no se le ocurrió mejor estrategia que apoyar al Estado Islámico, al Frente al-Nusra (la franquicia de Al-Qaeda en Siria) y a otras organizaciones afines. Un apoyo que, a juicio de analistas y expertos, se les ha ido de las manos.

Príncipes saudíes y qataríes financian el Daesh

Príncipes saudíes y qataríes han financiado generosamente desde el principio a los yihadistas salafistas del Daesh que, en paralelo, han ido engrasando sus propios mecanismos de autofinanciación, como la venta al clan Erdogan del petróleo que extraen y refinan en los territorios de Irak y Siria bajo su control.


Occidente hacía oídos sordos hasta que Rusia ha destapado mediante contundentes pruebas fotográficas el contrabando de cientos de miles de barriles diarios cuya venta, por debajo del precio del mercado, ha llenado en los tres últimos años las arcas del Daesh.

Tras año y medio de teóricos bombardeos contra los islamistas por parte de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, la opinión pública mundial descubre el pasado verano que mayoritariamente se bombardeaba al Ejército de al-Asad y que los terroristas, bien pertrechados de armamento, campaban por sus respetos controlando cada vez mayor territorio sirio e iraquí.

Moscú dinamita el Estado Islámico

Descubierto el pastel, el 30 de septiembre de 2015, Putin decide intervenir y envía sus aviones de combate más modernos. En apenas ocho semanas liquida la mayoría de los puestos de mando y las infraestructuras del Daesh y terroristas afines. Obviamente, sus bombarderos protegen al Ejército de al-Asad, que comienza a recuperar y asegurar zonas del oeste de Siria, el territorio más poblado y feraz del país frente a un este desértico. Comportamiento que desata el nerviosismo de Estados Unidos, que ve cómo el escenario cambia de signo a favor de Rusia, Irán y China.

Asimismo es evidente, según coinciden la mayoría de analistas, que la presencia rusa en Siria -al margen de las importantes facilidades militares que al-Asad otorga a Putin con la base naval de Tartus y la aérea de Jmeimim-, está dirigida a defender los intereses económicos de Moscú, impidiendo la construcción del gasoducto qatarí.

Una descripción ilustrativa del papel determinante del gas en la guerra civil siria la aporta el analista ruso Dmitry Minin, quien escribía en mayo de 2013: “En cualquiera de las dos rutas que tome el gasoducto, Siria termina siendo un eslabón clave en esta cadena que ahora se inclina a favor de Irán y Rusia, por eso las capitales occidentales decidieron que era necesario derrocar al régimen de Damasco”.


Gran parte de lo que está ocurriendo fue adelantado por un informe de la Rand Corporation encargado en 2008 por el Ejército de Estados Unidos, titulado “Desvelando el futuro de la guerra prolongada” en el que se afirmaba que “la zona geográfica de las reservas probadas de petróleo coincide con la base del poder de gran parte de la red salafista yihadista. En el futuro previsible la producción mundial de petróleo estará dominada por los recursos del Golfo Pérsico. La región seguirá siendo, por tanto, una prioridad estratégica que interactuará con una guerra de larga duración”.

El documento aconsejaba “seguir la estrategia de divide y vencerás entre suníes y chiíes para debilitar sus energías en conflictos internos y de esta manera mantener el predominio del Golfo Pérsico sobre los mercados del petróleo”.


Guerra no convencional

Proponía al Ejército de Estados Unidos que la estrategia se basase, en gran medida, en “acciones encubiertas, operaciones de inteligencia y guerra no convencional”.

Concluía el documento de la Rand que el eje sobre el que tenía que girar toda la estrategia debía estar formado por: Estados Unidos, Reino Unido, Turquía, Qatar, Arabia Saudí y Francia, en contra de Siria, Rusia e Irán. El tiempo ha demostrado que los “consejos” de la Rand han funcionado a modo de profecía autocumplida.

El desconocido papel británico

Un testimonio revelador de cómo comenzó a prepararse la guerra de Siria fue el del exministro francés de Asuntos Exteriores Roland Dumas, quien afirmó en la televisión gala que Gran Bretaña había planeado acciones encubiertas en Siria ya en 2009. “Yo estaba en Inglaterra dos años antes de que estallase la violencia en Siria, y me reuní con altos funcionarios británicos que me confesaron que estaban preparando algo en Siria. Gran Bretaña preparaba pistoleros para invadir Siria”, concluía tajante el político francés.



Fuente: mil21.es
Autor: Enrique Montanchez
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